7 EL CARRO
Engel: Equilibrio sobre las emociones, dinamismo,
victoria, traslado, viaje,
Hales: Madurez, manejo de vida, victoria,
viajes. Control. Voluntad. Autoafirmación.
Jodorowsky: ¿De dónde vengo, donde estoy, adónde voy? ¿Estoy
logrando realizar lo que me había propuesto? ¿Estoy triunfando o estoy
fracasando? ¿Cuál es la sabiduría o doctrina que me guía? ¿Creo verdaderamente
en lo que digo que creo? ¿En qué me admiro, en qué desprecio? ¿Cuáles son mis
aliados?7. EL CARRO: EL DIOS ARES EN EL TAROT MÍTICO
La carta del Carro retrata a un hombre hermoso y viril, con un pelo rizado de color castaño rojizo, y la tez colorada, conduciendo un carro de guerra de bronce y una túnica roja como la sangre. En su cadera hay un escudo de bronce, y en su costado se balancea una gran lanza. El empuña las riendas de los dos caballos, uno blanco y otro negro, que tiran hacia direcciones opuestas ante él. El camino polvoriento por el que viaja serpentea hacia un paisaje rojizo, como un desierto, mientras que el cielo amenaza con una tormenta inminente.
SIMBOLOGÍA
El paisaje desértico que atraviesa Ares carece de agua: una imagen de la falta de sentimiento y comunicación en la que prosperan los impulsos agresivos. Ares y Afrodita no se han atraído aun mutuamente, como quiera que los instintos de lucha y de unión están de algún modo secretamente relacionados.
La lanza de Ares es el símbolo tradicional de la masculinidad: una imagen del poder fálico y de la potencia, tanto en los hombres como en las mujeres.
El caballo negro y el caballo blanco, como las dos columnas de la Suma Sacerdotisa, reflejan la potencialidad, tanto para bien como para mal, contenida en el instinto agresivo.
RELATO DEL MITO: Aquí encontramos a Ares, dios de la guerra, que, según la mitología, fue concebido por Hera, reina de los dioses, sin semen masculino. Como dios de la guerra, Ares disfrutaba peleando. Sus dos escuderos, Deimos (Miedo) y Fobos (Terror) -posiblemente sus hijos- le acompañaban en el campo de batalla. A diferencia de la diosa Atenea, que, como divinidad de la guerra, representaba la estrategia fría y la logística, Ares amaba el ardor y la gloria de la batalla en sí misma, y el desahogo exultante de su fuerza al desafiar a los enemigos.
Ares era, en muchos aspectos, un dios que no despertaba simpatías, porque se le asociaba con la lucha y con el derramamiento de sangre, y el Olímpico Zeus y Atenea le detestaban por su fuerza bruta y por su falta de finura. Pero Afrodita, diosa del amor sensual, tenía diferentes gustos. Impresionada por el vigor del hermoso guerrero, al que sin duda comparaba con su repulsivo esposo Hefesto, dios del fuego, se enamoró de Ares. Muy pronto el sentimiento fue recíproco. Ares aprovechó sin escrúpulos la ausencia de Hefesto para deshonrar el lecho marital. Pero el marido descubrió el adulterio y planeó una venganza ingeniosa. Forjó en secreto una malla tan fina que no se podía ver, pero tan fuerte que no se podía romper. Colocó esta red encima de la cama donde los amantes solían retozar. Cuando la pareja volviera a hacer el amor y posteriormente se quedaran dormidos, la red invisible se extendería sobre ellos, y Hefesto llamaría a todos los dioses para que presenciaran la vergüenza de su esposa y de su amante. Pero el ardor de Ares no fue extinguido por su turbación y más tarde, de su unión con Afrodita, nació una hija, Armonía, cuya cualidad, como su nombre indica, era un armonioso equilibrio de amor y lucha.
SIGNIFICADO DE LA LÁMINA: A nivel interno, Ares, el conductor del Carro, es una imagen de los instintos agresivos guiados y dirigidos por la voluntad de la conciencia. Los caballos que tiran del Carro en direcciones opuestas son retratos de los impulsos animales que están en pugna dentro de nosotros, impulsos llenos de vitalidad y reacios todavía a trabajar en armonía. Deben ser manejados con fuerza y con firmeza, sin reprimirlos ni forzarlos, o perderemos el poder y la fuerza para defendernos en la vida y seguir nuestro camino.
Ares, el dios sin padre, es en cierto aspecto una imagen de la agresividad natural y de los instintos competitivos del propio cuerpo, porque él carece del padre espiritual arquetípico que podía proporcionarle la visión y el significado. Pero su voluntad férrea y su gran valor son una dimensión necesaria de la forma del ser humano, porque la visión espiritual por sí sola no es suficiente para sobrevivir en un mundo competitivo y difícil.
Tras haber suscitado un conflicto como resultado de sus elecciones en el amor, el Loco ha de enfrentarse ahora con la segunda gran lección de la vida: el aparato creativo de los violentos y turbulentos impulsos de la naturaleza instintiva. Por eso, a través de la figura de Ares, llega a la madurez.
En la carta de los Enamorados, el Loco es todavía un adolescente, impulsado por románticos sueños y por el deseo de poseer un objeto bonito. Pero a través del Carro aprende a hacerse responsable de sus acciones como un hombre, y afronta la cólera y el conflicto que ha generado tanto dentro como fuera de sí mismo.
Como el Loco, nosotros debemos aprender a luchar con nuestros enemigos y con los impulsos guerreros que hay en nosotros mismos, si queremos sobrevivir en la jungla de la vida.
En la mitología, Ares siempre se mete en líos, bien por una disputa enojosa con alguien, bien por la cruel persecución de un objeto amoroso. Pero él sobrevive a todas sus humillaciones y derrotas, y sale fortalecido. Por fin engendra una criatura que encarna la serenidad que se puede encontrar al final de un conflicto que ha sido llevado de forma creativa. La lucha que Ares encarna es una experiencia necesaria. Aunque intentemos llegar a estar espiritualmente comprometidos a amar generosamente, las tendencias agresivas que hay en nosotros no mueren. Pueden ser rechazadas y relegadas al subconsciente, donde vuelven a surgir como enfermedad o son proyectados sobre otros que entonces desatan agresividad sobre nosotros. Pero si conseguimos hallar el reto de Ares, entonces podemos ser más honrados con esta fuerza vital que tenemos dentro, y la lucha por aprender a contenerla y dirigirla fomenta el desarrollo de toda la personalidad.
Un príncipe está de pie sobre un carro, sujetando un pequeño bastón con la mano, símbolo de un poder limitado. Sobre los hombros del victorioso héroe, se supone que están Urim y Thummin.
El ha vencido la cautividad. Es un conquistador bajo todos los puntos de vista: en el plano intelectual, en la ciencia, en el progreso y en algunas pruebas de iniciación.
El ha respondido a las preguntas de la esfinge, por ello, las dos esfinges arrastran el carro: la blanca simboliza el Bien y la negra el Mal; la una es conquistadora, la otra vencida y las dos se han convertido en las doncellas de aquel que es capaz de triunfar en las múltiples pruebas que impone la vida.
Pero este guerrero representa sobre todo el triunfo de la inteligencia.
Por ello, es necesario comprender que:
- La pregunta de la esfinge se halla relacionada con el misterio de la Naturaleza y no con el mundo de la Gracia, para el cual el conductor del carro no puede ofrecer respuestas.
- Los planes de su conquista son evidentes y externos, no interiores.
- La liberación que está llevando a cabo puede situarlo en los límites de la comprensión lógica.
- Los textos iniciáticos, gracias a los cuales ha triunfado, deben ser concebidos como físicos o racionales.
- Si él llegase ante las columnas del Templo, donde está sentada la Sacerdotisa, no podría abrir el pliego con la Tara, ni tampoco podría responder a las preguntas que ésta le plantease.
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