John Stephens, “Navajo Creation Myth”
Jung vio la alquimia como una proto-psicología occidental dedicada al logro de
la individuación y la evolución hacia un estado de perfección humana.
Jung sostiene en su obra Psicología y alquimia (1944) que los
fenómenos observables de lo inconsciente, tales como los sueños, contienen
elementos simbólicos que también se pueden hallar en la simbología alquímica.
Dentro de la historia de la Psicología, fue C. G. Jung quien recuperó estos
conocimientos herméticos y alquímicos y los tradujo a un lenguaje psicológico.
Logró introducirlos en la cultura occidental moderna, revalorizándolos y
actualizándolos.
"Los símbolos oníricos del Proceso de Individuación y Los conceptos
alquimísticos en torno a la salvación", que son la base sobre la que gira su
ensayo Psicología y Alquimia.
Este gran hermeneuta suizo comprendió, con el transcurso de los años, que lo
físico y lo psíquico son las dos caras de una misma moneda, que lo externo y lo
interno se encuentran profundamente vinculados, que "como es arriba, es abajo",
que el espíritu y la materia se encuentran hermanados en una unidad que él llamó
psicoidea y que no es sino el "Unus Mundus" de alquimistas como Dorneus.
Y este ámbito psicoideo que caracteriza el inconsciente colectivo, se plasma en
el mundo humano de forma física y psíquica, en una correlación sincronística con
la máxima hermética que dice "como es adentro es afuera".
ETAPAS JUNGUIANAS DE TRANSFORMACION PERSONAL:
La nigredo:
Para Jung esta primera fase corresponde a la integración del aspecto "oscuro" de
la psique humana, esto es, de todas aquellas emociones, intuiciones,
percepciones y pensamientos que se han rechazado a lo largo de la vida por
considerarlos inapropiados o defectos indeseables en el vivir del día a día con
sus actividades cotidianas (el mundo pragmático que el Yo se ha montado en torno
a sí). Esto supone un sumergirse en el inconsciente personal y ser consciente de
la multitud de proyecciones que se encuentran desparramadas en personas de
nuestro alrededor y en objetos de nuestro entorno, las cuales se corresponden
con lo que el Yo ha marginado o rechazado por no creeerlo conveniente para él.
Por otro lado esta fase supone un mirar, cara a cara, al aspecto sombrío de la
Creación, de Dios mismo incluso…, es decir, el Mal, con mayúsculas. Luz y
Oscuridad forman parte de la existencia en todos sus ámbitos, y también -a los
ojos humanos- de Dios. La Alquimia fue como una corriente "subterránea" y
complementaria al cristianismo dogmático medieval y renacentista, y oponía al
Dios del Bien otro Dios "dúplex", como el Abraxas gnóstico, en el que Bien y Mal
confluían..
La Albedo:
El siguiente paso es la integración consciente y responsable del arquetipo de
"lo opuesto", es decir, del "Eterno Femenino" en el caso del hombre (arquetipo
del "Anima") y del "Eterno Masculino" en el caso de la mujer (arquetipo del
"Animus").
El ser humano, tanto física como psíquicamente, es un conglomerado de opuestos.
En nuestros genes hay elementos masculinos y femeninos, y otro tanto acontece en
el psiquismo.
Para el hombre el "Anima" se encuentra inicialmente sumergida en el inconsciente
personal, confundida y entremezclada con la "Sombra", pero una vez que ésta ha
sido integrada, se transforma en un "puente" que nos enlaza con lo psicoideo,
con el inconsciente colectivo y sus arquetipos. Es el elemento mediador.
Para el hombre, en el plano psicológico durante la "Albedo" se parte de la labor de retirar las proyecciones que el arquetipo del "Anima" emana hacia las mujeres de nuestra vida, desde la madre a la hermana, a las novias, a la esposa, etc. Y una vez lograda esta fase inicial llega el momento de encararse con el "Anima" e integrarla conscientemente dentro de nuestro ser, previa superación del problema de la transferencia para lo cual habrá que tener bien presente que la "Amada" donde se encuentra realmente es dentro.
Para la mujer, en el plano psicológico durante la "Albedo" se parte de la labor de retirar las proyecciones que el arquetipo del "Animus" emana hacia las hombres de nuestra vida, desde el padre, hermano, novios, esposo, etc. Y una vez lograda esta fase inicial llega el momento de encararse con el "Animus" e integrarlo conscientemente dentro de nuestro ser, previa superación del problema de la transferencia para lo cual habrá que tener bien presente que la "Amado" donde se encuentra realmente es dentro.
En una relación amorosa o erótica entre hombre y mujer las relaciones
interpersonales son múltiples puesto que además de la relación entre los Yoes
conscientes, existe una comunicación a nivel inconsciente en la que participan
entrecruzadamente el Anima y el Animus de ambos. De ahí que, en el Proceso de
Individuación y en el Opus de la Alquimia, uno de los graves peligros existentes
sea el de la transferencia o, lo que es peor, la pasión amorosa.
La imagen de este encuentro y diálogo con el Anima es la la "boda química de los elementos", etc. Y lo que surge de ello es el Rebis, la "cosa doble", el Andrógino. "De ella surgirá el hijo divino de los filósofos, el sol terrestre, el centro luminoso y oscuro a la vez, el astro radiante que reconcilia en sí al Cielo y a la Tierra, el sí y el
no, y que esparce a su alrededor una paz y una armonía verdaderas.
Este simbolismo es equiparable al que presenta el tantrismo, en el que las dos
corrientes energéticas opuestas se entrecruzan en el canal central, Sushuma,
abriendo los chakras o centros de conciencia como los denonima Jung en el libro
de Miguel Serrano El Círculo Hermético. Cartas de dos amistades, Jung y Hermann
Hesse, Kier),
Veamos lo que dice M.L.von Franz, en "C.G.Jung…", al respecto: "Los
participantes en la "boda alquímica" son descritos casi siempre como hermano y
hermana, madre e hijo o padre e hija. Su unión constituye pues un incesto.
Este aspecto incestuoso de tal constelación amorosa tiene como fin el de que
hagamos consciente la proyección, es decir: nos obliga a darnos cuenta de que,
en último término, se trata de una íntima unión de los componentes de nuestra
propia personalidad, de un "desposorio espiritual", a fin de que sea una
vivencia interior no proyectada. A lo que se alude es a una unificación de los contrarios internos en el Sí-Mismo".
La Rubedo:
La última etapa de la Alquimia es la "Rubedo" o "Citrinitas", la Obra en Rojo o
Dorado, donde se alcanza el "cuerpo de diamante".
En la hermenéutica junguiana la "Rubedo" es el logro de la "Totalidad", es
decir, el encuentro y acogimiento mútuo entre el Yo de nuestro ser consciente
(que ha buscado tal "coniunctio"), con el Sí-Mismo o YO de nuestro SER total,
del cual formaba parte (aunque sin saberlo) el Yo.
Es una nueva "coniunctio", en la que todos los opuestos se juntan y complementan
armónicamente y se conectan directamente con el "Unus Mundus", y como tal estado
es inefable, indescriptible, constituye un Misterio, de ahí que la obra
alquimista más importante de Jung se titule Mysterium Coniunctionis.
Este Sí-Mismo es la "chispa divina" de la que hablaba Eckhart, el Antrophos de
la Gnosis, el "dios interior" de la mística, el "Mercurio Filosofal" que reune
consigo los aparentemente más irreconciliables opuestos, de ahí que los
alquimistas le designaran con múltiples cualidades contrarias, y en algunos
textos le designaran, sin más rodeos, con Dios mismo, pero un dios "duplex".
Otro de los nombres alquimistas que tuvo fue "Lapis Philosophorum"
"He llamado al centro del Ser con el nombre de Sí-Mismo. Intelectualmente el
Sí-Mismo no es más que un concepto psicológico, un término que sirve para
expresar la esencia incognoscible que podemos captar como tal, puesto que
excede, por definición, a nuestras facultades de comprensión. "Dios en
nosotros", se le podría también llamar", afirmaba Jung en El yo y el
inconsciente.
El Proceso de Individuación, nombre dado por Jung a la tendencia innata de la
psique humana a encontrar su centro, su Sí-Mismo, es un camino progresivo de
autoconocimiento, de desvelamientos de las proyecciones que nuestro inconsciente
personal emana de forma natural, lo que supone una recuperación consciente de
tales proyecciones y, consiguientemente, un gradual mayor conocimiento de uno
mismo.
Y ese Proceso de Individuación conlleva igualmente ser consciente de la acción
de los arquetipos psicoideos en nuestra vida, (la identificación, por ejemplo,
con el arquetipo del Viejo Sabio nos haría creer que somos profetas, mesías, un
engreído sabiondillo o algo por el estilo).
Este Proceso de Individuación, en opinión de Jung, es el que se refleja en los
enrevesados términos alquimistas y todo su imaginario simbólico, si bien
estimaba que la mayor parte de los alquimistas ignoraban el juego de
proyecciones en el que estaban inmersos y sólo unos pocos fueron conscientes de
ello y superaron la "red de Maya" es decir nuestras propias trampas
psicológicas.
(EDITADO TEXTO ORIGINAL)
Fuente: https://alquimianatural.cat/historia-de-la-alquimia/